En las tierras del apuro,
donde el tiempo es un relámpago,
se pierde el eco del paso
y el camino queda en vano.
Quemaron las naves sin agua en el río,
corrieron los días, saltaron estíos.
Buscando la cima, dejaron el llano,
la vida no espera, decían, soñando.
Las flores del viento no saben crecer,
si el sol las apura, no llegan a ser.
Quisieron el fruto antes del racimo,
quemaron las huellas de andar el camino.
No hay llama que dure sin leña encendida,
no hay raíz que aguante sin tierra dormida.
Quemar el tiempo deja cenizas,
y el alma herida, y el alma herida.
Si no hay demora, no hay madurez,
lo que no espera, vuelve a caer.
Despacito, la vida avisa:
que la calma es la que pisa.
Dejar que la luna se duerma en el cielo,
que el río despierte su paso sereno.
No es cosa de ahora, ni ley del destino,
es parte del canto crecer despacito.
Las ansias no saben del arte de amar,
ni el fuego tan corto se queda a brillar.
Es canto de surcos, de tierra labrada,
que solo germina si el tiempo la abraza.
No hay llama que dure sin leña encendida,
no hay raíz que aguante sin tierra dormida.
Quemar el tiempo deja cenizas,
y el alma herida, y el alma herida.
Si no hay demora, no hay madurez,
lo que no espera, vuelve a caer.
Despacito, la vida avisa:
que la calma es la que pisa.
Es un rocío sin madrugada,
es un lucero que no hace ronda.
Las cosas bellas no son de apuro,
se dejan ver cuando hay laburo.
Que el mundo se apague si quiere girar,
que el tiempo nos hable de caminar.
La vida es sabia, pide su tiempo,
y lo que apuramos se va con el viento.
No hay llama que dure sin leña encendida,
no hay raíz que aguante sin tierra dormida.
Quemar el tiempo deja cenizas,
y el alma herida, y el alma herida.
Camino lento, paso seguro,
la calma es canto, el resto es humo.
el resto es... (humo)
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